jueves, 30 de junio de 2011

Cuento a Dos Manos

Esa noche saldría sin sombrilla y sin sombrero. ¿A dónde vas así? le preguntó su esposa desde la cocina. Carraspeó. A otra vida, respondió.


Ella corrió tras él llorando, llevaba una fotografía entre sus manos. Lo alcanzó a media calle. La lluvia caía a cántaros.


Él quiso extraer un cigarro y ella deseó una bocanada de aire del pasado que ya se iba entre las gotas hacia la alcantarilla.


A lo lejos, un organillero tocaba una nostálgica melodía. La reconocieron como propia... Ella desesperaba en agonía.


El organillero se detuvo. La niña rubia, el señor de chaqueta gris y la pareja voltearon a verlo como si hubiera parado al mundo. 


En ese instante el cielo se rompió en dos con un rayo que lo atravesó, y sólo se escuchó el eco de un lamento.


¿Qué hicieron? - gritó la niña, hija del organillero. Una mujer de cara lánguida quiso responder algo pero no supo qué decir.


El señor de la chaqueta gris intentó cubrir los ojos de la niña con sus manos. Ella se lo impidió, al tiempo que le susurró un secreto.


Acabo de ver cómo terminará todo esto - dijo la niña al oído del señor de la chaqueta gris. Él dio un paso hacia atrás.


Las nubes se colorearon de rojo y una luz intensa los envolvió. En el suelo sólo quedo la fotografía del amor que los unió. 




lunes, 13 de junio de 2011

Una Historia en 5 Tweets


Gracias a todos por su entusiasta participación, así como por haber hecho un éxito de esta actividad.
Después de haber leído extraordinarias aportaciones por parte de todos los miembros de La Sociedad de Microcuentistas, a continuación se encuentran publicadas las dos historias ganadoras.


Lágrimas de cristal
Las melodías dormían en sus dedos. Cuando llegaba la noche las dejaba bailar sobre las teclas del piano. Y se hacía el silencio.
Cerraba los ojos para sentir el vacío, olvidar lo que nunca ha sido, y caía. Solo era música, y sonreía.
Al llegar el final los dedos paraban de tocar y el piano callaba, se convertía en dolorosa oscuridad, ella, en fría soledad.
Ella quería tocar, pero las teclas no eran su piel, y recordaba llorando dolorosas lágrimas de cristal que hacían surcos en su rostro.
Hay quien dice que dentro de cada lágrima de cristal duerme una nota olvidada, una caricia no dada. Y ella duerme para no soñar.
Por @AveKaesar
 






Verónica se sentó en el borde de la cama, los pies descalzos en el frío, al borde de sus ganas. El día prometía caminos, ella no caminaba.
Santiago caminaba, sin rumbo fijo, sin noches ni mañanas. El cabello revuelto de libertad deseada, los ojos perdidos buscando una mirada.
Ella lloraba, sin lágrimas pero con la frente nublada. Él no lloraba, sus penas sangraban en versos sin calma. El destino los esperaba.
Los versos, las palabras, las historias contadas, atrajeron su mirada. Él para ella fue un eco en el vacío. Ella para él aire fresco, rocío.
Esta historia se sigue escribiendo, mientras él escribe para acariciar a su amada y ella espera que llegue a su lado para besarla.